Por falta de inspiración y negligencias de la autora (o sea, yo), esta historia no va a poder continuar.
Estará aquí, pero no puedo prometer nada, aunque la verdad es que me entusiasmaba mucho.
En fin, que lo siento. Besitos.
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jueves, 12 de diciembre de 2013
jueves, 27 de diciembre de 2012
Capítulo 2: S.R. (1ª parte)
Dake
contempló a la chica de largos pelos castaño óxido y piel pálida.
Ahora ya se podía ir olvidando de contactar con Nut.
Había arrancado un trozo de tela de su camisa blanca para alentar la hemorragia y sentía que el frío de la noche se le echaba encima. Pero ahora no podía pararse. Una vida dependía de el, como muchas otras veces desde que se unió a la rebeldía.
Mientras saltaba de casa en casa, miró de reojo a la chica que ahora parecía dormir plácidamente. No pudo evitar sonreír; transmitía seguridad.
Nut lo entendería, el habría hecho lo mismo, por mucho que le gritara. Esperaba que le felicitara por haber actuado rápido y haber salvado una vida. Era un hombre corpulento y alto, de espalda ancha. Tenía los ojos y el pelo negro como el azabache. Algo agresivo a veces, pero muy pensativo y paciente. Era el modelo a seguir de Dake; un padre en pocas palabras.
No
sabía cómo se llamaba, tampoco dónde vivía. Pero sí que tenía
que hacer algo si no quería que muriera desangrada. No tuvo más
remedio que subirla a su espalda y llevar a que la viera Ikin, un
viejo sabio al que a veces se le iba la pinza y ahora trabajaba para
curar las heridas de los Guardianes.
Tenía
que considerar la opción de que, una vez la llevase allí ya no
volvería a recuperar su vida. Le habían contando el caso de un
chico llamado Ain al que habían sacado de un circo de bichos raros;
donde, según Cole, les hacían cosas horribles para divertir al
gentío. Ahora, si no se equivocaba, ese chico vivía en Dignon,
trabajando como ayudante en algún Centro de Comandos. Para proteger
el secreto de la organización, durante los primeros meses le habían
prohibido salir, pero luego vieron que se trataba de una persona de
confianza. Pero no se le permitía contactar con su familia.
Se
dirigió, aún yendo de tejado en tejado (era su modo de transporte
favorito), al cuartel general de lo que ellos denominaban S.R.
─Secreta
Revolución─,
en Tierra Principal. Aunque en realidad sólo era el lugar donde
vivían cortos periodos de tiempo. Las operaciones se llevaban Estaban continuamente viajando de
un lugar a otro. Por un lado estaba seguro de que tenía que hacer algo con
Meia. Vacilante, por otro, ante la reacción que Nut, el jefe,
pudiera tener.
Había arrancado un trozo de tela de su camisa blanca para alentar la hemorragia y sentía que el frío de la noche se le echaba encima. Pero ahora no podía pararse. Una vida dependía de el, como muchas otras veces desde que se unió a la rebeldía.
Mientras saltaba de casa en casa, miró de reojo a la chica que ahora parecía dormir plácidamente. No pudo evitar sonreír; transmitía seguridad.
Nut lo entendería, el habría hecho lo mismo, por mucho que le gritara. Esperaba que le felicitara por haber actuado rápido y haber salvado una vida. Era un hombre corpulento y alto, de espalda ancha. Tenía los ojos y el pelo negro como el azabache. Algo agresivo a veces, pero muy pensativo y paciente. Era el modelo a seguir de Dake; un padre en pocas palabras.
Pasaron
unos interminables minutos hasta que consiguió salir de aquel
conjunto de casas. Ahora se encontraba en la zona comercial del
penúltimo sector. Pues, al encontrarse en la capital del reino, todo
era muy grande, así que se dividía en sectores. El primero era uno
reservado particularmente al castillo y los aposentos de Akar. Los
demás, iban condicionados a la cantidad de riquezas que tenían los
que vivían ahí. El segundo lo ocupaban los magnates amigos del rey.
Y sí sucesivamente.
Había
en total diez sectores, separados por un fina muralla que siempre
estaba protegida. En éstos había tres zonas fundamentalmente:
servicial, comercial y habitada. Había visto que en los lugares más
privilegiados había también zona de ocio, en los primeras tres.
Pero en el penúltimo no; era imposible.
Aún
por los tejados, cruzó la plaza. Bajó hasta un callejón, y, desde
él, accedió una parte de la muralla totalmente abandonada. Abrió
una trampilla escondida, que si se buscaba a conciencia pasaba
totalmente desapercibida. De ahí bajó a un túnel subterráneo que
le daba varias direcciones.
Recordó
que la primera vez que entro en aquellos túneles oscuros había
llorado. Hacía frío y oía ruidos tenebrosos en todas partes. Colmó
el vaso a rata que, aullando, se cruzó entre sus piernas. Él gritó
y salió corriendo hasta perderse en aquel laberinto; y, al darse
cuenta de lo desorientado que estaba se sentó y empezó gemir. Poco
después apareció Nut, y, en vez de reprocharle ─como
estaba acostumbrado a hacerlo─, se sentó y le calmó, alegando que
ya había aplastado esa miserable rata. Pocas veces había vuelto a
verle así.
Optó
por ir recto y luego cruzar a la izquierda; ahora se sabía el camino
como lo hacía con su nombre. Cruzó dos sectores, hasta llegar a
séptimo. Ahí estaba su hogar.
Todo
ello lo hizo muy rápido, pues el poseía una agilidad increíble.
Estaba agotado, sí, pero por fin había llegado. El túnel le
llevaba directamente al almacén, donde raramente se
encontraba a alguien.
El edificio principal parecía una posada gigante. Era una gran construcción de cinco
pisos a lo victoriano. Sus ventanas, grandes y la mayoría con valcónes, estaban decoradas con algunas
flores vulgares, (pues en el séptimo sector se permitían). Las hiedras rodeaban los muros, que tenían un color rojo ladrillo. Había
una gran puerta dividida en dos que tenía los pomos
en forma de dragón. Ikin, con su magia, había ideado un método
por el cual identificaban si eras o no parte de la organización. Alrededor
del edificio había un gran jardín delimitado por una valla. Estaba un poco deteriorado, pero que conservaba su aspecto elegante.
Era
mucho más grande por dentro que por fuera, ya que también habían
construido bajo tierra. La tapadera perfecta. Hacían creer a
todo el mundo que era el lugar de residencia para los viajeros,
mientras que éstos eran miembros de la S.R.
Parecía una locura, pero el método utilizado desde hacía poco, estaba teniendo un alarmante éxito.
Parecía una locura, pero el método utilizado desde hacía poco, estaba teniendo un alarmante éxito.
***
Los gritos se oyeron hasta en la cocina, donde Yulla trabajaba limpiando trastos. Todo el castillo se hallaba sumido en un silencio un tanto incómodo.
Eran gritos de placer, por supuesto. Donia; reconoció, sólo ella gritaba de manera tan exagerada. Bueno, Liria también aunque sólo a veces. De todos modos, ¿cuál era en número de hoy? Calculaba que siete. Sí, siete veces durante el día de hoy se habrían oído esos gritos. A Yulla le repugnaba todo aquello, pero no podía hacer nada por evitarlo.
Y luego decían que la lujuria estaba prohibida... entonces Akar debía ser la persona más pecaminosa de éste mundo...
Donia representaba su estado más jubiloso y ardiente; por algo era la soberana de las Ninfas. Deducía que estaba de buen humor, por lo que no iba a dejarles sin comida durante la próxima semana. Porque así funcionaba su rey, Yulla, aunque nunca había cruzado palabra con él ─faltaría más, pues sólo era una esclava del montón─ pero lo conocía. Sabía que cuando se le antojaba hacía esto y cuando quería lo otro, pese a las insistencias por parte de los guardias de que ellos se lo buscaban. Y también conocía a todo su harem lleno de jóvenes exóticas dispuestas a darlo todo en la cama. Aunque lo hicieran por miedo.
Donia representaba su estado más jubiloso y ardiente; por algo era la soberana de las Ninfas. Deducía que estaba de buen humor, por lo que no iba a dejarles sin comida durante la próxima semana. Porque así funcionaba su rey, Yulla, aunque nunca había cruzado palabra con él ─faltaría más, pues sólo era una esclava del montón─ pero lo conocía. Sabía que cuando se le antojaba hacía esto y cuando quería lo otro, pese a las insistencias por parte de los guardias de que ellos se lo buscaban. Y también conocía a todo su harem lleno de jóvenes exóticas dispuestas a darlo todo en la cama. Aunque lo hicieran por miedo.
***
<<Esta misma noche la mandaré matar>>, pensó Akar mientras se vestía.
No, no era suficiente. Durante este mes se había relajado un poco. Y eso no lo podía permitir. De todos modos, no habría durado mucho más. Nunca nadie había estado más de tres meses con él. Se aburría fácilmente. Bueno, nadie no. Había una criatura que le había fascinado, hasta tal punto de tenerla entre sus aposentos durante poco menos de un año. Pero ella era otra historia, era única.
No, no era suficiente. Durante este mes se había relajado un poco. Y eso no lo podía permitir. De todos modos, no habría durado mucho más. Nunca nadie había estado más de tres meses con él. Se aburría fácilmente. Bueno, nadie no. Había una criatura que le había fascinado, hasta tal punto de tenerla entre sus aposentos durante poco menos de un año. Pero ella era otra historia, era única.
Ahora tenía que resolver asuntos más importantes. Debía partir hacia Fire inmediatamente, si no, algo de magnitudes catastróficas ocurriría. Tenía años de experiencia, y tampoco había que ser muy listo, para saber que debía reaccionar rápido.
Iría esa misma noche.
¡Por fin he podido subir algo! Lo siento, pero es que soy una vaga. Qué, ¿lo disfrutasteis? Un beso y grasias. ¡Feliz navidad!
¡Por fin he podido subir algo! Lo siento, pero es que soy una vaga. Qué, ¿lo disfrutasteis? Un beso y grasias. ¡Feliz navidad!
lunes, 17 de diciembre de 2012
Capítulo 1: Meia y Dake
Meia caminaba
con pasos rápidos y gráciles. Era de noche, ya muy tarde, y la
calles por las que pasaba estaban muy mal iluminadas. En realidad,
todas las calles de los barrios bajos de Tierra Principal estaban mal
iluminadas... Tampoco era mucha sorpresa, tener iluminación era muy
costoso. Y la gente que ahí habitaba no es que tuviera muchos
recursos.
La directora del orfanato la había mandado en busca de Die, la propietaria de una tienda textil donde compraba todas las telas para los vestidos. Llegó hasta el peculiar recinto de paredes amarillo pálido y esperó a que la mujer de mediana edad saliese al mostrador para atenderla. Cuando lo hizo, esbozó una sonrisa al verla. Siempre habían sido muy buenas amigas.
La directora del orfanato la había mandado en busca de Die, la propietaria de una tienda textil donde compraba todas las telas para los vestidos. Llegó hasta el peculiar recinto de paredes amarillo pálido y esperó a que la mujer de mediana edad saliese al mostrador para atenderla. Cuando lo hizo, esbozó una sonrisa al verla. Siempre habían sido muy buenas amigas.
─Buenas noches, querida ─dijo─. ¿Qué te trae por aquí a estas horas?
─Hola Die ─saludó Meia con una sonrisa agradable─. La señora quiere que me des los tejidos que esta mañana estabais viendo. Dice que ha habido un cambio de planes, y que, las tejedoras tendrán que trabajar mañana, por el cambio de fechas del aniversario mensual de Dignon...─eso último lo dijo en un tono de voz apagado. No es que le entusiasmara mucho ese tema.
Ella vivía
en una casa de acogida sostenida por el Gran Akar, y, como
obligación, así como el resto de la gente, tenían que rendir culto
a la religión Dagnática. Algo que le parecía totalmente
innecesario, pero que no se atrevía a comentar en alto; era muy
consciente de la situación en la que vivían.
─Oh, ya… entiendo─contestó Die vacilante. Se dio la vuelta y abrió uno de los estantes azules marino que tenía tras ella─aquí tienes.
Tendió una
bolsa mediana de papel. Dentro de ella había telas de color grisáceo
y marrón, pues no se podía vestir con colores vivos. Estaba
totalmente prohibido. Sólo algunos de los altos cargos se lo podían
permitir.
─Y, Meia,
procura llegar a salvo a casa─añadió entre susurros─ Ya sabes
lo que suele pasar con los guardias. Sobre todo con las jovencitas
como tú.
Era la
preocupación en persona. Para ella, Meia era como la hija que Akar y
sus hombres le habían quitado hacía ya unos años. Tampoco pudo
hacer mucho para detenerlos, y, si lo hubiera intentado; habría ido
directa a las mazmorras. Aún recordaba la cara que puso Agradia la
noche de la persecución. Cada noche tenía amargas pesadillas con
ello. Porque, al fin y al cabo, había sido culpa suya.
─No te preocupes─ respondió la joven en tono tranquilizador, posando una mano sobre el hombro de la mujer.─ No me pasará nada─. le dedicó una sonrisa y cogió a la bolsa dirigiéndose a la puerta─ Ya nos veremos. Adiós.
─Que la suerte vaya contigo.─era su típica despedida.
─Así lo hará.
<<Ojalá
sea así>>, pensó Die.
Segundos
después, la muchacha desapareció por el umbral.
Cuando estuvo fuera se dio cuenta de que se había entretenido mucho. La señora era una mujer de mucho carácter y no le gustaban nada las negligencias; lo había comprobado; Meia no es que fuera una persona muy hábil. Decidió tomar un atajo por un estrecho callejón que había ente dos calles. Conocía el lugar como la palma de su mano, después de todo había vivido dieciséis años allí.
Al divisar
unas figuras corpulentas a lo lejos se percató de que había sido un
error pasar por allí.
Un error muy
grande.
***
En otro lugar no muy lejano, un muchacho y sus colegas se dedicaban a robar descaradamente comida de una cena ente oficiales de la Guardia. Esa noche no tenían nada de importancia que hacer, así que decidieron hacer un poco el gamberro. Habían entrado por las ventanas, rompiéndolas en mil pedazos.
─¡Dake! ─gritó uno de ellos ente todo el barullo─. ¡¿Estas seguro de que podremos escapar por aquí?!
Estaban
corriendo y saltando por una inmensa y lujosa sala de reuniones,
esquivando fácilmente, pese a la carga que llevaban, a todos los que
se les echaban encima. Habían destrozado las ventanas, y la mesa,
que hasta hacía poco había estado llena de manjares y una porcelana
digna de adoración, ahora no era más que caos.
La mayoría
de los que se hallaban antes sentados en la mesa se habían esfumado.
Sólo quedaban los de seguridad, aunque no les entusiasmaba la idea
de andar jugueteando con unos niños. Pero la recompensa por detener
a esos maleantes era muy jugosa, así que persistían en echarles el
guante.
Mientras, los
ladrones, iban recogiendo comida y metiéndola en pequeñas bolsitas
para luego depositarlas en un gran saco. Estaban perfectamente
coordinados.
─Tranquilo, Cole ─respondió el aludido en tono relajado─. He hecho esto otras veces.
─Lo sé─ dijo Cole─ Pero nunca en una reunión de este tipo. ¿Y si han reforzado la seguridad?
─Tu tan preocupado como siempre, ¿de verdad crees qué lo han hecho? Tú solo mira a tu al rededor... ─soltó una carcajada y aumentó la velocidad. Los otros le imitaron.
Salieron por una puerta lateral escondida después de haber esquivado a la manada de hombres que les seguían.
─Toma ─dijo Dake, una vez hubieron subido a los tejados de la ciudad. Le tendía a su compañero un saco a rebosar de alimentos. ──Ya sabes lo que hacer con ello. Yo iré a buscar a Nut.
Repartir la
comida entre los ciudadanos honrados, por supuesto. Eso era una
diversión─aunque también les movía el abismo de desigualdad que
había entre las diferentes clases─ para ellos los Rebeldes, robar
a los ricos para dar a los pobres.
Dake
salió corriendo, moviéndose por los irregulares tejados como si de
un gato se tratara.
***
Meia sabía
que retroceder no iba a servir para nada. Esos guardias eran mucho
más rápidos y fuertes que ella. A demás, la bolsa de telas no iba
a ayudar mucho en la huida. Se limitó a mirar horrorizada como
aquellos dos hombres se le acercaban a pequeños pasos.
<<¡Por
todos los Dioses, tengo que hacer algo!>>, se decía a si
misma; pero estaba petrificada.
─Estas no son horas de andar por aquí─dijo uno de ellos. Tenía un tono de voz divertido y una asquerosa sonrisa pícara dibujada en la cara.─ A una niña tan bonita como tú le podrían suceder cosas malas.
Hablaban
pausadamente, llenos de seguridad, aunque a Meia le parecía ego.
Iban vestidos los dos con armaduras negras, algo ligeras, porque no
se encontraban en el campo de batalla. Lucían un parche en el pecho
que indicaba su bajo rango. Meia esbozó una sonrisa ladeada, aunque
no era el mejor momento para hacerlo.
─Sí,─añadió el segundo─ deja que nosotros te protejamos.
─Eso mismo.
Para cuando
hubo terminado la frase Meia estaba contra la pared, la bolsa había
caído en el suelo y los dos guardias ahora se inclinaban hacía
ella.
─¿Tienes
miedo?─ preguntó con voz gélida. Lo que más sentía en ese
momento era repugnancia, pero no negaba el hecho de que tenía algo
de miedo.
Uno de ellos
se acercó a ella demasiado y empezó a desabrocharle la parte alta
de su vestido. Ella simplemente cerró los ojos, poniendo la mente
en blanco para no imaginar lo que le sucedería a continuación.
<<¡Vamos
Meia, piensa! Mantente fría y utiliza esa cabeza que tienes para
algo>>.
Y de pronto,
se le ocurrió ese algo.
Funcionaría,
estaba segura.
Encontró un hueco por donde escabullirse,
echando a su agresor para atrás con un arañazo de sus finos dedos
en la zona de la mandíbula, amenazadora. Se concentró y los miró;
ellos le devolvían la mirada, impasibles, como pensando que una niña
no podría defenderse. Con suficiencia.
Meia no vio armas.
<<Perfecto>>, pensó. Si se
aplicaba un poco, podría salir victoriosa de aquel desagradable
encuentro.
Pero su suerte no duró mucho. Uno de los
guardias sacó una navaja del bolsillo de su armadura.
<<¿Y ahora qué?>>, se preguntó
con desaliento, pero sin perder la compostura.
Frunció el ceño, estudiando la posibilidad de
salir huyendo. Tenía a uno por detrás y, el de la navaja, estaba a
escasos metros por delante de ella.
Quizá... ahí, delate suya, había un hueco
por el que podría escabullirse. Claro que, cabía la enorme
posibilidad de cometer un movimiento el falso y todo se habría
terminado. Se maldijo por no ser más escurridiza.
En el instante en el que cerraba los puños
para salir corriendo como si la vida le fuese en ello (y en cierto
modo era así), algo; más bien alguien, saltó de los cielos,
aterrizando al lado de Meia.
Se quedó mirándolos, divertido. Examinó la escena con detenimiento, paseando en circulo. Reinaron varios minutos de silencio.
Era un joven de melena rubia; pálida y brillante. Tenía unos ojos azules verdosos visibles incluso en la penumbra y una figura alta, delgada y musculosa, algo bronceada. Vestía con ropas informales. Sus fracciones eran suaves. Se le podría comparar con un héroe griego, pensó Meia.
El recién llegado rompió el silencio con una
voz melodiosa, agradable de escuchar.
─Estoy dando un paseo nocturno para refrescarme un poco y me encuentro con esto... ─negaba con la cabeza, burlándose cómicamente de los guardias. ─Tíos, esto no es justo, sois dos contra uno.
─¿Y tu quien eres? ─espetó uno de los guardias, insultante.
─¿Puedo
unirme a la fiesta? ─dijo,
ignorando la pregunta.
─Nadie nos interrumpe ¿sabes quienes somos?─, escupió el segundo, poniendo cara de desprecio.
─Feos y sin
sentido del humor─ rió sonoramente ─¡Cómo olvidaros!, sois los
que lamen el culo a Akar... pfff... patéticos. Y además atacando a
una dama.
Meia estaba
alucinando, nunca había visto ser más insolente.
─¿¡¡Cómo te atreves a dirigirte así ante nosotros!!? ¡Ya te enseñaré yo! ─vociferó el de la navaja, al borde de la histeria.
─La escoria
debe ser tratada como tal.
─¡¡Ya te
enseñaré quién es la escoria de verdad!!─se repitió.
Parecía
dispuesto a correr hacía el nuevo personaje y clavarle el arma
blanca en todo el pecho.
Ahora Meia lo
entendía todo: el joven estaba provocando al guardia para que ella
pudiera escapar. No se lo pensó dos veces, él parecía poder
defenderse sólo, por lo que, en cuanto tuviera oportunidad, saldría
disparada.
Se
encontraron con la mirada y la muchacha le sonrió, haciéndole
entender. Pareció que había captado el mensaje.
─No hay que
olvidar, que, como gallinas de corral que son, se asustan por nada.
Intentaré tener más cuidado...
Y ya estaba.
El hombre,
armado, se lanzó hacia el muchacho. Él lo esquivó con un golpe
limpio; mientras, Meia corría para ponerse a salvo. Se volvió un
momento. Dake estaba tirando al hombre de la navaja al suelo en aquel
instante. Ella vio al otro acercándose por la espalda, con un trozo
de madera; apuntando a la cabeza del chico. Instantáneamente
retrocedió, con una velocidad que no sabía que tenía.
Se tiró
sobre el cuello del individuo, impidiéndole así que hiciera nada.
─¡CUIDADO!─advirtió
por si las moscas.
Deke se dio
la vuelta y miró a la chica, sorprendido. Tenía más agallas de lo
que pensaba. De un golpe lo tumbó. Pero no lo suficientemente fuerte
como para matarlo, creía.
Pero, cometió
un error, y es que no lo había hecho con el otro. Éste se
encontraba ahora amenazando a Meia, con el cuchillo en su cuello. El
rostro de Dake ensombreció, la muchacha palideció, muerta de miedo.
─¡Aléjate! ─gritó─ O ella pagará las consecuencias.
El agresor
moró a Meia y le acerco aún mas el arma al cuello. A esta se le
cortó la respiración y sus ojos se humedecieron. Una imagen fugaz
le pasó por la cabeza. Estaba ella, jugando en el jardín con una
flor. Apareció la directora y la cortó; añadiendo que las flores
no estaban permitidas.
<<En
realidad>>, pensó, <<no tengo nada que perder>>.
Y, de
un momento a otro, su cuerpo estaba suspendido en el aire para luego
aterrizar en brazos de Dake. Se oyó un estruendo y el hombre tendido
en el suelo, con una marca roja, (que pronto se convertiría en
morada intensa) muy visible el la zona del ojo izquierdo.
No era capaz
de articular palabra, pero estaba llena de gratitud hacía el
desconocido. Se dio cuenta de que el chico aún la agarraba e intentó
soltarse. Él no le dejo. La agarro con más fuerza y la elevó hasta
el lugar de donde había salido. Le sentó sobre las tejas del tejado
de un gran edificio. Meia se sorprendió de que hubiera subido de un
sólo salto un edificio de unos veinticinco metros.
─¿Estas bien?─ preguntó en tono afable tocándole la frente.─Esos guardias nunca aprenderán...
El muchacho
dirigió la mirada hacía el cielo. No quería preguntar pero tenia
que hacerlo. Era su deber. Tenía que darle información crucial a
Nut, no podía perder el tiempo en tonterías. Miró a la chica de
reojo. Podía percibir su desconcierto mezclado con una pizca de
confienza. Después de todo, ella lo había salvado también.
─Yo.. estoy.. estoy bien─consiguió decir Meia al fin─. Supongo que gracias
─No me lo agradezcas, siempre es un placer ─, respondió algo distante. Ella llegó a la conclusión de que ya estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas.
Reinaron unos
incómodos segundos de silencio, luego, Meia lo rompió formulando
las preguntas que le habían estado rondando la cabeza.
─¿Puedo
preguntarte algo?─comenzó, vacilante. Después, se decidió─
¿Cómo has subido hasta aquí? y... ¿de dónde habías salido
antes?
No respondió;
y, cuando Meia iba a desistir en ello, habló.
─Una vez un
sabio me dijo que, cuanto menos supiera, más seguro estaría.
─¿Qué
quieres decir con eso?
El chico le
agarró bruscamente de la muñeca izquierda.
Ella estaba convencida de que no tenía nada hasta que sintió un agudo puntazo. Vio una profunda herida en la zona del antebrazo, chorreaba sangre. Dake hizo una mueca de terror y Meia se desmayó. No por el efecto de la hemorragia, si no porque desde siempre perdía la conciencia al ver derramada su sangre.
En aquel
momento, Dake supo que esa iba a ser una noche muy larga.
¡Gracias por leer! ¿Comentario? Ah, sí, subo una entrada por semana, aunque seguramente en navidad postee más. Espero que os haya gustado.
¡Gracias por leer! ¿Comentario? Ah, sí, subo una entrada por semana, aunque seguramente en navidad postee más. Espero que os haya gustado.
Prólogo
Vivimos
en un mundo dominado por Akar, dictador, rey supremo, gobernante
absoluto. Poseedor del Diamante Sagrado, que le permite dominar a las
Criaturas de la Noche y a Dingon, el dragón que tras ser derrotado
500 años atrás por Arturo el Rey y su fiel caballero Orión, fue
desterrado a las profundidades. Pero Akar le liberó, convirtiéndose
él en su amo.
Dividió
el antiguo reino de Orion el 4 países: Tierra Principal, Fire,
Dignon y Luke.
Llevó
al pueblo a la miseria y sembró el miedo, sometiendo a todos a la
religión Dagnática y a sus ordenes.
Pero
no todo está perdido. Existe una Resistencia, una rebeldía contra
Akar, que, de momento, actúa en silencio y con precaución, pero
pronto, se empezará a notar cada vez más.
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